Monday, September 18, 2006

SER PADRE

Según Moelle, "Acaso no se debiera escribir antes de haber vivido íntegramente aquello de que se escribe". Pretendo trazar unas líneas sobre lo que he sentido durante los casi 46 años que llevo poseyendo la condición de padre. No voy a intentar comunicar ninguna experiencia, porque como dijo Oscar Wilde "experiencia es el nombre que da el mundo a sus errores" por lo que me horroriza calificar como "experiencia" lo que para mí han sido sólo "vivencias".
Me casé el 23-03-64 y evidentemente sentí que contraía un compromiso serio con otra persona, pero con una particularidad; aquella persona que se unía a mí contraía el mismo compromiso y los dos éramos conscientes de lo que hacíamos. Pasado el tiempo que la embriología marca como reglamentario, llegó el día 29-12-64, y tras un largo parto, me encontré en una cuna a una niñita, ¡era mi hija!. La alegría de la que tanto se habla, se mezcló con una sensación de angustia. Aquel ser indefenso, que no había decidido nada, se encontraba en este mundo dependiendo de mí (por supuesto que también de su madre). Entre los que éramos sus padres existía una interdependencia, pero ella era absolutamente dependiente. Teníamos que inventar una nueva forma de amor distinta a la que había entre nosotros. El gran problema era que ese amor no iba a ser igual a lo largo de los años, puesto que había que modelarlo según las diferentes etapas de la vida de aquella pequeñina a la que pusimos el nombre de María Teresa.
Pasó escasamente un año y medio y el 2-05-66, nació nuestro segundo hijo, al que impondríamos el nombre de Álvaro. No sentí la misma sensación de angustia pero aumentó mi preocupación. Ya eran dos las personas que estaban bajo nuestra responsabilidad con personalidades en mayor o menor grado diferentes. Siguiendo a Oscar Wilde no puedo decir que "ya tenía experiencia" porque eso significa admitir que había cometido muchos errores y aunque alguno se comete, gracias a Dios no son tantos.
Finalmente, el 14-04-72, seis años más tarde, nació Alberto, el tercero y último de nuestros hijos. Ahora me agobió un hecho nuevo; yo tenía 35 años. Ciertamente mi situación profesional y económica se había estabilizado, pero había que pensar que cuando él tuviera 25 años yo tendría 60.
Si alguien me preguntara como enfocamos los diferentes pasos educativos de cada uno ( de modo individualizado ) no podría responder con pocas palabras. Yo diría que la clave estriba en mantener ese sentido de responsabilidad que nos inundó cuando nacieron. A mí el trabajo me ocupaba muchas horas al día, pero una parte de él se desarrollaba en casa y nos veíamos. Por otro lado, su madre sacrificó su profesión, sin abandonar las actividades que no le impidieran estar en casa cuando ellos llegaban. Para mí una de las claves para ser padre o madre está en saber elegir esposa o esposo.
Aunque el análisis del matrimonio debe ser objeto de otro estudio, no me resisto a contar una triste historia que viví hace unos días. Estaba yo parado en la calle y junto a mí pasaron dos chicas y un chico de unos 15-16 años. Oi parte de la conversación que poco más o menos era así:
una de las chicas decia que "para ella su padre había muerto hacía 5 años porque desde entonces no lo había vuelto a ver", el chico apuntó "bueno, pero él te paga los estudios", a lo que ella contestó "pero eso no es suficiente" , la otra chica añadió "según lo que decís, mi padre murió hace 3 años porque yo tampoco he vuelto a verlo desde aquel momento". No pude oir más, pero no hacía falta. Evidentemento, unos padres unidos, que salen juntos, que viajan juntos y que juntos van con sus hijos, no condicionan su comportamiento posterior pero muestran una forma de encauzar la vida que debe significar algo.
Para mí y para mi esposa han pasado los años y han cambiado las circunstancias. Los tres se han emancipado. Con mayor o menor frecuencia vienen a vernos. Saben que estamos a su disposición de día y de noche y que los queremos tanto, o más, como cuando eran pequeñitos
ALVARO GARCIA PERLA