Sunday, October 22, 2006

DIÁLOGO

Pocas palabras se utilizan hoy tanto, y tan mal, como la palabra diálogo. Con frecuencia se dice "falta diálogo entre los padres y los hijos", "es necesario que dialoguen los patronos y los obreros", "el diálogo de las civilizaciones". Quienes la usan tanto, creen a pies juntillas en el refrán que dice "hablando se entiende la gente". Pienso que caen en un craso error. Dialogar es simplemente y según la R.A.E. "la plática entre dos o más personas que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos". Yo diría que dialogar es sólo una forma educada de conversar en la que ninguno se hace dueño de la palabra sin permitir que hable otro. Tampoco es cierto el citado refrán porque no necesariamente por estar hablando muchas horas, dos personas han de entenderse ya que incluso pueden hablar en dos idiomas que ambos conocen parcialmente pero no dominan.
Pienso que los que tanto propugnan el diálogo, o se quejan de su falta en la vida actual, ignoran lo que dicen o buscan utopías.
Evidentemente hoy se habla poco o, mejor aún, se conversa poco. Para mí conversar es hablar, o dialogar, o como queramos decirlo, de forma sosegada. Hace muchos años que el agitado ritmo de vida que soportamos nos impide conversar. Yo recuerdo con nostalgia a los tratantes de ganado de Sevilla que, de pie en la calle Sierpes, pasaban la mañana charlando no sólo de negocios sino sobre mil cosas de la vida. También recuerdo a los amigos que se sentaban en una mesa de un amplio café y conversaban largo tiempo mientras hacían una única consumición. La pregunta que surge inmediatamente es ¿sobre qué conversaban? y la respuesta es muy breve "sobre todo y sobre nada". No se pretendía imponer a los contertulios tus ideas, simplemente las exponías. Realmente la conversación era desnudar tu ser y contar mil cosas que el otro escuchaba, sin que por ello tuviera que aceptarlas, pero le daban pie para aportar las suyas. Se intercambiaban puntos de vista, a veces coincidentes y a veces no.
La conversación no es una reunión establecida con un "orden del día". La conversación no es monotemática, aunque alguna vez, de modo espontáneo, se centra en un tema.
Otra pregunta que se plantea es ¿quienes pueden conversar?. Es obvio que sólo pueden hacerlo los seres humanos. Hablar de diálogo intergubernamental es absurdo (suele confundirse además con negociación que es algo muy distinto), pueden conversar dos o más representantes de los gobiernos pero no unos organismos, como tampoco pueden hacerlo las civilizaciones ya que son entes abstractos y que en ocasiones no están vivos como ocurre con las civilizaciones romana y azteca, de las que sólo quedan herencias o reminiscencias.
Lógicamente, los que conversan lo hacen con mayor fluidez cuando pertenecen al mismo ámbito cultural, de intereses, de ideas y de otros caracteres. Esto significa que cuando no existen estas similitudes la conversación es más difícil. En este sentido, las conversaciones entre miembros de religiones distintas (está claro que las religiones no conversan), deben estar presididas por el mutuo respeto y por el afán de curiosidad de ambos. Se trata de exponer las ideas propias y de preguntar al interlocutor las suyas sobre temas concretos, sin pretender llegar a un consenso puesto que la ideología es personal y al mismo tiempo colectiva (cada uno pertenece a un grupo) y está muy arraigada en el espíritu propio.
Si nos centramos en la conversación entre padres e hijos, la diferencia de edad crea una barrera difícilmente franqueable. Insistir en consejos suele ser contraproducente y suele ser más eficaz moverse en el terreno que mezcla las vivencias de los mayores solicitando como respuesta la posible reacción de los jóvenes en situaciones similares.
Tiene que quedar muy claro que no se conversa por teléfono, o por internet, ni aún por correo postal. Se conversa cara a cara en un ambiente tranquilo, sin música ni televisión como fondo. Puede conversarse comiendo o bebiendo una copa o una taza de café e incluso paseando por un parque o un jardín.
Para terminar yo diría que el refrán debe ser: "hablando se conoce la gente", pero no tiene por qué entenderse. Hay que separar de lo dicho al falso diálogo en el que uno participa investido de un poder o el otro carece de ideas propias bien establecidas. Aquí no hay entendimiento, hay una victoria de uno de los lados que ya está prevista, bien sea porque el vencido no puede resistir o porque acude al falso coloquio (mejor es hablar de negociación) dispuesto a entregarse consciente o inconscientemente. Aunque se hable de diálogo, realmente se trata de ir a escuchar una sentencia o aceptar una derrota, intentando como máximo que el precio sea lo más bajo posible.
ALVARO GARCÍA PERLA

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